He llegado nuevamente a mi tierra, esta tierra de conejos de la que había estado ausente durante poco más de un año. Y he vuelto a sentir algo muy especial, que dura tan solo un segundo, o quizá un poco más, al sentir por primera vez la brisa cálida, de poco más de 30 grados con esa humedad que te abraza al salir del aeropuerto, ese momento en que el tiempo se detiene, y cada centímetro de mi piel es invadido por la atmósfera de esta hermosa ciudad, se llenan los pulmones con la primera respiración profunda y en mi rostro se dibuja una enorme sonrisa, y me siento en casa. Luego viene el camino, más largo ahora que antes, desde al aeropuerto hasta mi casa, custodiado por los flamboyanes que en esta época del año se doblan bajo el peso de tantas flores, y le dan al camino un color naranja que alegra aún mas el paisaje. Esta ciudad es parte de mi, vive en mi corazón, y sentiré lo mismo cada vez que vuelva a ella, me siento bienvenida, descubro cada cambio que le han hecho, descubro la hospitalidad de sus habitantes una vez más, los amigos que me reciben con los brazos abiertos y me hablan como si fuera ayer el último día que nos sentamos juntos, y mi familia, mi Ohana. Y sigo sonriendo, no puedo evitarlo.
So long, and thanks for all the fish